En un mundo capitalista como en el que vivimos hoy día, no podemos pasar por alto las marcas, éstas denotan distinción, elegancia, establece el estatus económico y social del consumidor… exacto esa es la clave, el consumidor, ya no es ni siquiera un individuo o una persona.
Las marcas proporcionan seguridad, calidad, prestigio, entre muchas otras cosas, pero es cierto que una marca siempre va asociada a un buen producto, y he ahí donde pecamos. No siempre existe lo que en marketing llaman calidad – precio y sino ¿por qué en estos momentos las marcas blancas están dando el pelotazo del siglo? Y no me vale eso de “como estamos en crisis” no me vale por la sencilla razón que si vamos a los mercadillos allí también tienen “marcas” falsas sí, pero nos conformamos, aunque también hay que decir que el comprar marcas falsas pueden llegar a destrozar el estatus social, es decir, eso es querer y no poder.
El auge de las marcas, y con ello su precio, viene inflado por la publicidad, el marketing, y eso lo saben los fabricantes, los que tienen la gallina de los huevos oro; eureka la imagen de un famoso o la capacidad que tiene la publicidad de crearte una necesidad que hasta ese mismo instante ni tú creías tenerla pero que ahora tienes la imperiosa necesidad de adquirir ese producto. ¿No será que somos marionetas y nos manejan al son que ellos quieren? Todo ello son los culpables de que exista una sociedad inmiscuida en una vorágine de gasto, compras, consumo y estatus social.
En conclusión, este ensayo viene que ni pintado pues las Navidades, el gasto por excelencia, ya esta llamando a nuestras carteras y lo mejor de todo que con la paga extra alguna que otra marca seguro que nos traen los Reyes Magos.
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